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La canal de Mancorbo en los Picos de Europa

La Canal de Mancorbo en los Picos de Europa es una obra realizada por el pintor paisajista de origen belga pero afincado en España Carlos de Haes en 1876. Este lienzo representa el culmen del paisaje realista en España que fue creado durante la etapa de madurez del artista donde dominaba a la perfección las técnicas pictóricas, suponiendo la transformación del género y convirtiéndose, además, en la obra más importante del artista. Se introdujo, en la mano de Haes, una nueva manera más fidedigna de representar la naturaleza, lejos de las escenas idealizadas de los románticos pero sin alejarse de lo poético.

La obra se expuso en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1876, en plena fama del pintor y más tarde fue comprada por el Estado para colocarlo en el Museo Nacional de Pintura y Escultura, actual Museo del Prado, de Madrid, aunque en 1899 fue enviado al recién constituido Museo de Arte Moderno, en el cual permaneció hasta 1971, en que regresó definitivamente al Prado.

Análisis de la obra En la década de los 70, la obra de Haes evoluciona de tal manera que crea nuevas composiciones y desarrolla un mejor dominio de la técnica. Dejará atrás los tonos pardos por otros más brillantes, cercanos a los azules y grises, con el fin de buscar paisajes más luminoso. Además utilizará una pincelada muy empastada e individualizará cada vez más los elementos presentes en la escena.

La localización de la escena se encuentra en la ladera baja del Macizo de Ándara situado en la zona oriental de los Picos de Europa, en la comarca de Liébana sobre el pueblo de Argüébanes, Cantabria donde se presenta un pico central al fondo flanqueado por dos laderas montañosas colocadas en primer plano y cubiertas por un cielo azul con algunas nubes, estructurado por líneas diagonales. Para marcar la profundidad del paisaje, el artista utiliza un recurso procedente de sus predecesores flamencos con el cual realiza pequeñas pinceladas de luz en distintos planos, dirigiendo la mirada hacia el pico montañoso del fondo. De esta manera observamos su gran habilidad con la luz y la perspectiva mediante pequeñas degradaciones de luces y sombras que matizan las formas. Lo podemos observar en la zona ensombrecida del primer plano, donde cada uno de sus elementos están perfectamente detallados. Las partes rocosas se resaltan aún más por medio de los trazos y los colores bien definidos, modelados con toque de luz que resplandecen las superficies. Esto se aprecia en el pico del fondo pintado con mucha minuciosidad. Esa lejanía se destaca además con el uso de los azules, grises y dorados en la parte de atrás. En la parte baja de la ladera de la izquierda, en la zona en sombra, se observan las figuras en miniatura de un pastor con varias vacas que acentúan la monumentalidad del paisaje, un elemento ya utilizado por los románticos para mostrar la inmensidad de la naturaleza ante la insignificancia del hombre y con el que da un toque pintoresco, utilizado anteriormente por Haes en sus primeros lienzos.

Haes pintaba sus bocetos y estudios con bastante rapidez y usando una pincelada violenta, captando con mejor precisión los cambios atmosféricos y lumínicos que se van produciendo. Uno de esos apuntes que utilizó como base para la obra es un óleo sobre tabla que realizó en 1874, en uno de los varios viajes que realizó hacia los Picos de Europa acompañado de sus alumnos Aureliano de Beruete y José de Entrala. Debieron quedar hechizados por la naturaleza que allí vieron, pues se han recogido varios dibujos y bocetos de la zona que podemos encontrar en el Museo del Prado. Como indican los nuevos estudios, este no fue su primer viaje a este paraje sino que fue en 1871 gracias a los escritos de Beruete, por lo que ya lo dominaba de ante mano. Entre este boceto y el cuadro hay una diferencia de dos años lo que indica el trabajo lento y minucioso que realizaba en el estudio y si las comprobamos se pueden destacar algunas ligerezas, como los árboles de la parte izquierda, que no afectan a la estructura del paisaje. Además, el artista consigue colocar la escena de tal manera que se presente al espectador como una imagen armónica que invita a una contemplación relajada.

Por lo tanto, la obra de Haes destaca por sus detallismos con el fin de ser los más realista posible, solamente factible con la mejor destreza técnica, cada vez más depurada. Asimismo, las numerosas salidas hacia estos parajes naturales incorporaron en el artista una excelente capacidad para captar todos los efectos de contraluces, en distintas horas del día y los cambios cromáticos que provocan en el terreno. De alguna forma, sus cuadros se acercan más al positivismo del tercer cuarto del siglo XIX puesto que desarrollaba su trabajo como si de un geólogo, geógrafo o botánico se tratase al intentar representar hasta el último detalle, dando de esta manera protagonismo a todos los elementos del paisaje.

1876
Óleo sobre lienzo
168.0 x 123.0cm
P004390
Imagen y texto cortesía de Wikipedia, 2023

Dónde encontrará esto

Museo Nacional del Prado
Museo Nacional del Prado
Colección permanente